Van a ser 75 km de subida y casi 3.000 metros de desnivel, el punto de salida es Cachi, un inmaculado pueblito encalado en plenos valles Calchaquis a algo más de 2.000 metros de altitud. El primer día salimos tarde y tras darle duro al pedaleo paramos en una escuela a 2.600 m, pedimos techo y pasamos la tarde y la mañana siguiente jugando con los chicos. Una de sus principales distracciones es comprobar, uno a uno, que mi barba es auténtica; que eso duele! Tras los juegos y el desayuno toca seguir camino, la pendiente no es muy dura pero por el valle corren multitud de arroyos que atraviesan la ruta; a primera hora están congelados y para no darse un buen costelazo hay que andar con mucha precaución.
" A ESTE PUEBLO NO SE LLEGA
SI NO SE QUIERE LLEGAR
NO QUEDA PUES DE PASO
HAY QUE SABERLO ENCONTRAR
PERO EL QUE PISA SU SUELO
Y MIRA SU CIELO AZUL
DA LAS GRACIAS AL CAMINO
QUE A LA POMA LO LLEVÓ"
El frío es muy intenso por la mañana, nadie quiere dejar de chupar mate pero hay que salir al exterior. Está todo helado pero el panorama es hermoso. Avanzamos ahora por un valle cada vez más estrecho y de la subida final no hay más pista que unas gigantes montañas allá a la lejanía, vamos subiendo y bajando casi sin ganar altura.
Los riachuelos que cruzábamos ayer perdieron el "chuelos" hoy, toca sacarse los zapatos y calcetines y empujar la bici con los pies en remojo. Creo que el agua de deshielo favorece la circulación, en algo positivo hay que pensar!. La operación se repite hasta cuatro veces, es exhasperante, tras una dura cuesta y una cerrada curva ZAS! aparece de nuevo el río, a repetir operación cruze, en esas me lastimo el pie con unas rocas. El tránsito se hace muy muy lento por las piedras, el hielo, el agua... Aún así vamos tirando, que vamos a hacer.
3.800 m., unas llamas se cruzan en el camino, es la primera vez que tengo la oportunidad de verlas y claro, es momento de parar a sacarles unas fotos y aprovechando que hay unas chabolas en ruinas, que no ofrecen más que un poco de protección contra el viento, montamos de nuevo campamento. En realidad, mirando al cielo, se divisa sobre el monte un zig zag imposible que al parecer nos llevará a la cima, y ahora no hay muchas ganas. Mientras montamos las carpas aparece una señora, sus arrugas y el curtimiento de su piel indefinen totalmente su edad, entre los cuarenta y los cien, vive un poco más arriba sola con su hija dedicadas a cuidar de las llamas y a vender artesanía. Aunque seguro que es una vida dura no para de sonreir. Anochece pronto y la temperatura bajó de los zero grados hace ya un buen rato, hora de zambullirse en el saco y esperar a que el sol nos vuelva a calentar al día siguiente.
Iluso, a la hora del desayuno el termómetro marca -8º C, embutidos en camisetas, jerseys y chaquetas, empezamos el "ataque a la cima", según nuestros cálculos quedan unos 12 km y casi 1.100 metros de desnivel, una cuesta a lo bestia.